Recibí la rosa con cierto temor de que mi mano humedecida, hiciera contacto con sus dedos "Gracias amor", atiné a decirle mientras me alejaba apresurado.
Por una extraña razón no encontré mejor lugar para llevar la rosa, que mi mano izquierda. "La película de las 7", apresuro mis pasos, comienzo a trotar, subo a un taxi con premura y ¡la rosa!...seguía aún en mis manos.
Llegar a casa y despojarme de mis objetos personales (esta vez utilizando la mano derecha), no me tomé ni un minuto; llegué a mi dormitorio y recogí un viejo libro y oh...utilizé mis dos manos; un viejo tomo tres de la Gran Enciclopedia Britannica fue el culpable.
Ahora la rosa desfigurada y fría se encontraba en una extraña posición, dentro de mi mano izquierda."¿Así valoras su amor?" parecía preguntarme. Quise reinvindicarme, y a manera de tributo renuncié a mi película y comencé a examinarla, delicadamente.
La Molina
06/09/07
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