La prisa de terminar los pendientes, me llevaron al ordenador en menos de un minuto, cuando llegaba a casa. La lluvia y su torrencial me anticiparon el quehacer contra los ruidos y las caídas.
El azul de la noche parecía confundirse con el oscuro traje de mi loro. Mi abuela por otro lado, se divertía con las bromas que daban cerca a las diez de la noche. El sueño llegaba a mí y no me sentía parte de nada. Me puse así a dominio del tiempo.
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