Año 1125
Existió por entonces un coleccionista famoso de reliquias, Ahmed Jossiaf. Había sido el pionero de las subastas. Incomprendido y odiado, había acumulado fortunas durante muchos años.
Sin embargo, en una de las primeras tardes que daba inicio al verano, había acontecido un encuentro fortuito: Un general proveniente de una región del occidente llamada Johnsia – tierra de jóvenes; requería un importante mapa.
- Os quedáis con la mitad de mi fortuna – le dijo el forastero, en un acento rarísimo.
- De acuerdo, porque este mapa te conducirá a un gran tesoro.
- Espera, quiero que también seas parte de mi travesía.
Mientras tanto, muy cerca a la ventana de madera y apoyado de sus dos patas, un Wallabee era testigo presencial de aquel pacto.
Existió por entonces un coleccionista famoso de reliquias, Ahmed Jossiaf. Había sido el pionero de las subastas. Incomprendido y odiado, había acumulado fortunas durante muchos años.
Sin embargo, en una de las primeras tardes que daba inicio al verano, había acontecido un encuentro fortuito: Un general proveniente de una región del occidente llamada Johnsia – tierra de jóvenes; requería un importante mapa.
- Os quedáis con la mitad de mi fortuna – le dijo el forastero, en un acento rarísimo.
- De acuerdo, porque este mapa te conducirá a un gran tesoro.
- Espera, quiero que también seas parte de mi travesía.
Mientras tanto, muy cerca a la ventana de madera y apoyado de sus dos patas, un Wallabee era testigo presencial de aquel pacto.
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