a Blanca Varela
Sus brazos esparciéndose entre la oscuridad, su mirada apostando el infinito de su cuerpo, como una estrella frente a los ojos de un planeta del que se busca habitar. Su mirada otra vez, férrea y decidida como siempre, inconclusa aún para la sonrisa de su pluma.
Ella transcribiendo una voz, una voz compartiendo las caricias de una jornada de placer; de un rostro cansado que sólo ansiaba su cuerpo y que era capaz de conocerlo como una manzana ácida, o como una teoría que acababa con su sueño de jovencita de letras, sometida al final inigualable de una inanimada soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario