Mis amigos sólo me dejaron una pequeña barra de chocolate.
No era justo, por cuanto ellos recibían una justa pensión. Tampoco, porque no
era la forma de reconocer mi esmerado y paciente trabajo, en vísperas de
navidad aquí en el taller. Pero no podía reclamar, así encerrado como estaba.
Emprendimiento de escala global o mera coincidencia de unos cuantos propietarios de peluches
lunes, 31 de diciembre de 2012
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