miércoles, 30 de abril de 2025

Historia de un Gato

A Josefina desde niña, le atrajo la palabra Mercadotecnia. Era el título de un libro grueso y mediano que se erigía en un rincón de la breve librería de su tío Sergio. Esa palabra era como mágica. Podría referirse al mercado como a algo técnico. Pero lo más curioso, es que en uno de sus cumpleaños, este tío le regaló un gato de peluche; al que le puso por nombre Mark.

El peluche era plomizo, brillante. No dotaba al imaginario felino personificado más que la esencia de un pelaje; y con una efectiva alusión al clásico personaje de Tom (y Jerry) de los hermanos Barbera. Lo cierto es que el peluche la acompañaría a todas partes. Cuando salía al colegio, a la casa de sus amigas cuando habría que hacer un trabajo grupal o realizar las tareas juntas.

Desde pequeña, aprendió a lavarlo tanto a mano como a lavadora automática. Aprendió a coserlo y descoserlo con un trato reverencial. Como una estudiada en tanatología médica, pero con la clara premisa que esa resurrección se daría más productiva que de costumbre y para muchos lugares o circunstancias.

Cuando Josefina conoció a Martina, ambas tenían 15 años, un coeficiente intelectual superior a 150 y claro unos peluches muy singulares y productivos, si quepa el término.

Tienes que Sonreir

Ella es como un crepúsculo. Tiene una aureola que sólo ella puede activarlo a demanda y que algunas veces opaca para poder mimetizarlo con su seriedad. En su modo trainer, publica una reseña de video de este tipo, a manera de pie de página:

Tienes que sonreír. El mundo puede estar contra ti. Tú sigue adelante por tus objetivos. El autor hace una pausa porque de pronto en en el video ella aumenta al doble el nivel de pesas y causa un natural asombro. El texto continúa con una ligera e imperceptible falta ortográfica. Solo las grandes personas superan sus miedos y sus límites.

Al llegar a casa, su madre la recibe con una sonrisa cálida. Ella tiene una enfermedad crónica, pero nada que su organismo pueda complicar su presencia diaria y laboriosa y sonriente para con su única hija. La sopa está cálida aún. 

Sobre la modesta mesa y al costado del plato medianamente hondo, resuena un celular de gama alta. Son notificaciones del Whatsapp. Pierre, su ex, le avisa que mañana hay una activación de Productos de Proteínas. "Ven lo más temprano posible. Ya sé que vas a estar algo molesta, que te gusta dormir mucho. Pero tú sabes como es el negocio. Tienes que sonreír..."

Ideas Para Comenzar

Martina, recorre el Campus, con la parsimonia de una futura Arquitecta de Interiores. Lleva en su interior una idea que revolucionaría el mundo entero, similar a aquella de la fibra óptica de colágeno que le recordaba su querido tío Gustavo cada vez que lo visitaba; y que empero por la insistencia ella terminó optando por la arquitectura.

Su cálida sonrisa y su oso, claro está atrajo a una apuesta jovencita desde aquel otro pabellón del que se decía provenían las buenas ideas. Pero esta ocasión no las obligaría a una discusión, ni  mucho menos a un debate. 


- Yo también tengo un peluche-. Dijo la resuelta jovencita que sentó junto a Martina.
- OK. Hola, me llamo Martina. Y no veo a tu peluche-. Acotó nuestra creativa arquitecta en prospecto.


Seguiría un par de sonrisas, algo prolongadas y un sustento gracioso de que "Cada quien respeta su espacio". Aquel peluche en mención era un gato, desprovisto de indumentaria o sombrero o de unas clásicas botas a fuer de aquello que se pierde en la noche de los tiempos. "Mi gatito es claro y bonito y su presencia me produce buenas ideas." 

- Ah pues, genial eso. Preséntamelo.

Descortesía

Por segunda vez tomaba su rostro entre sus manos y comenzó a engullir su barbilla con su lengua. Alocada, frenética, como si la escena fuera...