sábado, 20 de noviembre de 2010

Dama


Su cabello era perfumado por una flor, tan desconocida como la procedencia de su homenajeada. Pera esa flor andante ahora estaba muy cerca de mí. Muy cerca de mi cuerpo, de mi presencia y del “Hola, ¿le ayudo con la ventana?” y más tarde su sonrisa con un “Gracias, que amable. Está bien”. Y yo feliz.

El viaje termina y desciendo del transporte público, para perderme. Ella parece tomar el mismo camino. Llego al antro de la lujuria, llego a una cama en ruinas; muy indispensable. Y en el cuarto del costado, ella; ocupada en su arduo y triste trabajo.

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