Martina, recorre el Campus, con la parsimonia de una futura Arquitecta de Interiores. Lleva en su interior una idea que revolucionaría el mundo entero, similar a aquella de la fibra óptica de colágeno que le recordaba su querido tío Gustavo cada vez que lo visitaba; y que empero por la insistencia ella terminó optando por la arquitectura.
Su cálida sonrisa y su oso, claro está atrajo a una apuesta jovencita desde aquel otro pabellón del que se decía provenían las buenas ideas. Pero esta ocasión no las obligaría a una discusión, ni mucho menos a un debate.
- Yo también tengo un peluche-. Dijo la resuelta jovencita que sentó junto a Martina.
- OK. Hola, me llamo Martina. Y no veo a tu peluche-. Acotó nuestra creativa arquitecta en prospecto.
Seguiría un par de sonrisas, algo prolongadas y un sustento gracioso de que "Cada quien respeta su espacio". Aquel peluche en mención era un gato, desprovisto de indumentaria o sombrero o de unas clásicas botas a fuer de aquello que se pierde en la noche de los tiempos. "Mi gatito es claro y bonito y su presencia me produce buenas ideas."
- Ah pues, genial eso. Preséntamelo.
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