domingo, 3 de junio de 2012


Alguien nos llama. Su voz es ondulante como el clamor de una campana. Ella no sabe que lo ocurrido no fue por su culpa. El encargo de manipular sus ideas ya estaba predefinido por mi oficio de exorcista. Pero bien, ya no formaba parte de la Iglesia.

Ahora me dedicaba a las curaciones metodistas, invocando ángeles, empleando hierbas; orando, implorando con mucha fe y esperanza (que es lo último que se pierde). Empero, esa voz persiste y se esconde en mi entorno, como una bendición en medio de las tinieblas. Un ángel herido que se ha apoderado de esa mujer.

No hay comentarios: