jueves, 22 de octubre de 2009

La Mañana de Sabine


Nació en Lima, en Dormund y en Varsovia. Imaginaría que aquella mañana del veinte de diciembre de un año parecido a este por las cifras, dejaría Sabine este mundo.

Yo la acababa de conocer vestía siempre una chaqueta roja y unas gafas extrañas que me recordaban mucho el color de las lagartijas por la noche. “Eres español , ¿verdad?” “Genau”. No había chica más dulce y risueña que Sabine. Tenía veinte años, unas caderas desquiciantes, unos ojos bellos que de seguro transcendían más que a la primera vista.

Llevamos juntos el curso de introducción al cine. Ella amaba a Truffaut , en cambio yo contemporáneo, simpatizaba mucho con Polanski y Lynch. Ella me comentó que tenía un sueño, filmar una película donde sería la única protagonista. “¿Y el tema?”, le pregunté en mi alemán raro. “Una muchacha polaca de familia y que al ver a su nación invadida, decide acabar con su vida.”

Sus consultas, sus preguntas y hasta sus escritos apuntaban a ese proyecto. Una noche me invitó a su departamento, me enseñó gran parte de sus trabajos. “Quiero tus críticas” me dijo, yo sólo tenía besos. Terminamos haciendo el amor como dos salvajes en el sillón. “No vayas a tomar en serio esto, te advierto”. Esperaba algo distinto a su personaje. Le va costar mucho, pensé. Yo opté por no verla más desde aquel día. Estaba dolido.

No volví a saber más de ella, por cuanto nuestro último incidente ocurrió a vísperas de que terminara el semestre académico. La última vez que la aprecié por el facebook, estaba rodando junto a un polaco que acababa de conocer. Llegó aquel veinte de diciembre y una docena de personas viendo a Sabine arrojarse desde una torre a un acantilado. Era lo que llamaba la supremacía, el clímax de un niño salvaje. Lo había logrado.
Nunca me agradó el río, tampoco su sonido de solo cruzarlo por la noche llegado ese momento. La noche sobre el río es trepanadora, de noche sobre un río es desquiciante. Cierta vez decidí vencer ese temor.

Primero conseguí una enamorada y decidí elegir un mirador como punto de encuentro. Luego del amor venía una vista al río. Imaginábamos suicidándonos arrojándonos a sus aguas sucias; hasta llegábamos a filosofar sobre sus corrientes.

Finalmente intentar una visita a otra chica, que implicara el pase sobre un puente. Ahí comprendí que era imprescindible tener una o dos mujeres en nuestras vidas. Porque cada mujer es un temor menos.

La Entrevista

La entrevista fue a los dos días. Estaba nervioso, necesitaba ensayar lo que iba a decir. El puesto era para practicante. Entendía que no me alcanzaría para los pasajes. Comencé a responder cada una de las preguntas, fui sincero en todo momento.

-Bueno en los próximos días estaré en contacto con usted.
-Gracias. –Le dije, en tendí que eso era un despido.

Camino a la calle pensaba en mis errores, los iba anotando. Conocía la salida. De pronto vi un letrero que decía que se iniciaría un proceso para reclutar personal de limpieza. Pregunté a uno de ellos y le conté mi caso. Me indicó que era bajo modalidad de contrato y que pareciéndole bien, comenzaría la próxima semana.

No estaba feliz, pero sí optimista porque sabía que podría hacer carrera en ese service, aunque sirviendo a una empresa hotelera. Cuando llegué a casa, le conté de esto a mis padres, ellos no comprendieron mucho. “Trabajo es trabajo” “Así es papá”.

Alguien Llama

Era la última vez que recibía de sus labios esos suaves besos. La última vez que escuché sus te quiero, sentir sus abrazos; sabía que me iba a doler demasiado, que no resistiría mucho tiempo sin ella.

-Hola Javier- Me interceptó mi secretaria. –“Hola Juana, ¿alguna novedad?”
-Ninguna, aunque anoche llegó un sobre, lo dejé en tu escritorio.

El sobre traía en su interior una carta. Llevaba la firma de ella; entre otras cosas decía que me amaba y que si había decidido viajar de esa manera tan sorpresiva fue porque se trataba de una oportunidad. Yo destruí la carta, suficientes pensamientos me aguardarían durante las sesiones laborales. Era lo que necesitaba.

Tamara


Lucía hermosa, era su primera entrevista y la primera vez que la veía así. Con el orgullo de un enamorado primerizo, me acerqué a ella y le regalé el más puro e inocente de los besos.

Cuando regresó de aquella sesión, se mostró algo decepcionada por una de las preguntas que le hicieron, algo del futuro y así otras como sus defectos y logros. En un momento quise tomar nota de todo ello, pero opté por escucharla y le animé a perseverar.

-¿Cuándo es tu entrevista?- Me preguntó, luego de besarme.
-Lo anoté por ahí, creo que es mañana -.Le dije algo preocupado.
-Ahora ya sabes lo que te puede esperar.
-Sí, gracias. Ojalá me vaya bien.

La noche se acercaba y esta vez el deseo de estar en aquel lugar, se hizo más fuerte.