viernes, 22 de abril de 2011

Bólidos del Miedo




Fernando, un excelente deportista de veintiséis años, había conocido a Paula; la atractiva voleybollista de Diseño. Fernando ya no comentaría de sus piernas ante los demás chicos de su Escuela de Cheff, Fernando ya no pensaría en cómo abordarle la próxima vez que se la cruzara en su camino, o bien saliendo del coliseo o bien yéndose a la biblioteca para consumir deliberadamente el ancho de banda de su universidad. Fernando seguía arrecho pero esta vez con justo derecho.

Ernestino en cambio había dejado su natural Ancash luego del aluvión que había acabado con su familia sus aves y sus sueños de ingresar a trabajar en la minera. Ernestino tenía un motivo para mantenerse con vida: La caridad. Los limeños a diferencia de sus paisanos sí se ponían una mano al pecho para desprenderse de unos cuantos sencillos y entregárselos a un limpia parabrisas humano como él, Muchas gracias Señorita, De nada Ernestino, anda con cuidado nomás le decía por enésima vez el gerente de comercialización de una empresa petrolera, a bordo de un subaru.

-Fernando que fue, te estuve esperando y nada.
-Perdóname Paula, tuve que salir tarde porque mi vieja se puso mal.
-Ah malazo, pero igual me hubieras mandado una alerta. Y bueno, ¿averiguaste algo? cuéntame.
- Los polos nos va costar cada uno ocho soles y aquí traje una muestra.
-Vienes listo, que interesante. Ya pues quedémonos con este.
-¿Segura?
-Yo me encargo del diseño. Gracias ah, eres genial. Me tengo que ir. Muac
-Te llamo más tarde para que me cuentes que tal te fue.
-No te vayas a olvidar eh.
(Pero Fernando se olvidó, esta vez porque le robaron su radio móvil; no había grabado su número)

Llovía y la noche se ocupaba con más fuerza de empeorar las cosas, porque alguien colocaba paneles para oscurecernos más por la hora del planeta y ese tipo de estupideces que sólo recuerdan que somos más desconsiderados con el planeta que la mierda. Ernestino por ese solo acontecimiento estaría dejando de percibir siete soles tan vitales para él como esa hora del planeta que debería ser toda la vida. Ernestino volvía a su vieja quinta de la avenida la paz, le esperaba el angelito de Dios de Camuchito (el hijo de su vecina minusválida), a quien dio como de costumbre su propina de cinco soles y más allá un gatito ciego de aproximadamente cuatro años al que después de acariciarle el lomo le dijo “Hoy tendremos que ayunar querido amigo”.

El padre de Fer, como le decían en casa, puso el grito el cielo, Tenemos que darle el carro de una vez Ximena, a este paso como va la delincuencia y ya no tendremos a nuestro hijo. La madre aún consternada y más preocupada que cuando no quería que su hijo maneje, terminó por aceptar y entregarle la llave del carro de su difunto padre, Ten cuidado mi amor, la última vez dejaste mal parado el carro de tu papá y ya sabes cómo tiene….Ya no jodas, no sabes todo lo que he perdido con esto del robo y encima me vienes a decir. De pronto el carajo del coronel, los puso helado a los dos nuevamente (aunque más a Panchita, la vieja empleada) Ustedes no me van a hacer más escenitas, Ximena ve a hacer tus cosas y yo me quedaré aquí con mi hijo a hablar de hombre a hombre.

Ernestino salió con muchos ánimos a mendigar. Era época de colectas y tras persignarse, dejó un par de moneditas en una de las alcancías de una incrédula estudiante del newton college, Yo me pongo el sticker mamita, anda nomás que ahí el semáforo está en rojo, mira mira esa camioneta parece llamarte. La niña con un gracias sin mirar al benefactor, llega a la camioneta land rover de un empresario textil que se dirigía a cerrar un negocio de medio millón de soles con uno de los sobrinos del tío rico Brescia, Yo le estaba llamando a ese hombre que te puso una moneda, avísale por favor. La niña, quien nunca había recibido órdenes de ese tipo se limitó a gritar al hombre indicándole que venga al carro. Ernestino al llegar a la camioneta y a escasos treinta segundos de que el semáforo cambie a verde, saluda al conductor y este deposita rápidamente un billete con la cara del autor del Caballero Carmelo, en uno de sus bolsillos.

- Me han dicho tu hermana que te ha visto con una hembrita, cuéntame.
- Jaja si pues perdí su número y todo. La había ayudado en un auspicio que quería para su facultad.
- Ya te devolvió el favor o todavía.
- Recién la conozco, por la clase de judo que me había metido.
- ¿Te la has cachado o no? A eso me refiero.
- No papi.
- Bueno, bueno a ellas que tanto le gustan los carros; ya le podrás complacer. Pero poco a poco.
- Si papi, pero ahora tengo que volver a frecuentarla.
- Eso se va dar de todas maneras, pero cuando estés seguro de que ocurra eso, sí eso huevonazo; me avisas para prestarte la hummer.
- ¿Sí papá?
- Si mi manganzón. Ya olvida lo anterior ok.

Ese día no hubo necesidad de prolongar el trabajo, de inmediato Ernestino, luego de persignarse como de costumbre; se fue a buscar a Domingo, su santito o mejor dicho su médico personal. Domingo era un egresado de medicina de la Cayetano, lo había conocido en plena jornada laboral, el joven a bordo de un Toyota celica. Domingo al ver a Ernestino se apiadó de él y de inmediato lo comenzó a auscultar en plena vía publica para sorpresa de todos los apurados conductores y transeúntes, Prometo chekearte una vez al mes buen hombre.Me recuerdas mucho a mi abuelito, a quien no llegué a prevenir y tratar su cáncer. Ernestino conservaba su tarjeta y decidió ir hasta la clínica para pagarle por todo este tiempo de atenciones. O al menos darle un adelantito, porque pensaba en lo Contento que se va a poner el Camuchito.

- Hola
- Hola ingratito.
- ¿Me perdonas?
- Bueno, que otra cosas puedo hacer; total sé lo que es ser asaltada. Anota mi número nuevamente…
- Listo
- Tu viniste en ese Wolkswagen.
- Sí
- Está piola eh.
- ¿Quieres dar un paseo?
- ¿Ahorita?
- ¿O prefieres en la noche?
- Mejor, pero esta vez yo te busco en tu salón.Muac

Doctor Domingo lo busca, uno de sus pacientes, dice que va a saldar una deuda, Que extraño, que pase. Domingo Sanabria, cuya matrícula del colegio médico no hace falta mencionar, se sorprendió al reconocer a su paciente especial, Hola Ernestino, no tenías que molestarte en venir hasta aquí pero ya iba a atenderte la otra semana, como de costumbre, Joven vine a pagarle por sus servicios. Ernestino extendió un conservado billete veinte soles que obtuvo luego de cambiarlo en su grifo favorito, No por favor esto lo hago con plena convicción de servir, ya te dije que tuve un abuelito como de su edad al que me hubiese gustado ayudar, pero aún estaba en el colegio…Por favor recíbalo, yo valoro el trabajo de los demás, entienda que al encontrarme desamparado y con un hondo recuerdo de mi pasado y mis sueños, sólo me atengo a la caridad de los demás. Domingo con profundo pesar y al borde de las lágrimas dijo que nunca le había pasado cosa a sí y que lo tomaría por única vez porque total el cobra las consultas de cincuenta soles para arriba, un poco con ganas de reírse (pero ni en la universidad, había aprendido a ser bromista) Se lo que es desprenderse de esa cantidad amigo mío, dijo poniéndose de pie y ya con el pensamiento en su quinta de la avenida la paz.

Viejo, te llamaba para que me pases la camioneta, como quedamos, Qué tan rápido, vaya vaya se ve que eres todo un Centurión mi Fer, Ya papá como hacemos porque le quiero dar la sorpresa esta noche, Aguanta aguanta, es seguro o no el polvo, Papáaa, Ok ok es tuyo anda sáca la llave del segundo armario de la casa y anda con cuidado nomás, que recién tienes dos días de volver a manejar, Aló Paula, El Fer, por dónde andas, Yendo a casa, tuve una emergencia, No pucha, y el paseo…Tú me quieres, Aló ¿qué pasa?, Tú me quieres, Sí , me gustas estas buenazo ya, pero no te mates o di que no te asalten otra vez porfa,¿ Quieres saber en que caña pasearemos? , Hablo en serio ¿qué está pasando?, Mira tu cel, Fer puta madre me asustas, a ver, ¿Lo viste?, Asu no jodas, Te quiero, te vuelvo a llamar, Ay que lindo. Desfundaba el carro antes de ir por la llave. Paula lucía hermosa estando desnuda, estando ella sobre él agitándose su nombre y repitiendo su nombre en diminutivo. Hasta venirse ambos, felices a bordo de la hummer de su viejo el coronel.

Treinta soles, era el día más feliz de su vida. Podría llevar a Camuchito y a su mamita a comer , el gatito podría acompañarlos también, aunque en algunos restaurantes no permitían mascotas; pero él no se quedaría atrás defendería a su gatito diciéndole al dependiente, Y cómo permites que en tu cocina puedan haber ratones, acá yo tengo la solución muchacho. Y comerían los cuatro muy felices y con justa razón porque se trataban de unos clientes especiales; como contaría alguna vez Honosoke Matsushita, Ah claro tiene que tener rampa el restaurant, sino cómo entraría la mamá de Camuchito. Ahora ya podría conocer el nombre de la señora que había quedado lisiada luego de un accidente de un interprovincial, ahora habría motivo suficiente para contarle su historia e incluso si daba el tiempo ( y esperaba que sirvieran mucho en el restaurant, como para que aprovechara todo el tiempo de la preparación de los platos), contaría de su experiencia con la niña del newton college y el señor que terminaba de cerrar su contrato por un millón de soles porque se percataron que era propicia la temporada; y claro cómo olvidarse del doctorcito. El esperaba, llegar a casa pero el tráfico era infernal, Baja baja, Señor no tengo sencillo, Sólo tengo estos billetes, Ya baja tío, no traes sencillo. A caminar entonces, eran como quince cuadras. Emprendió la marcha sin soltar para nada sus dos billetes uno de diez y otro de veinte soles.

Fernando salió despavorido de Pueblo Libre, estaba retrasado porque Panchita demoró en sacarle el duplicado de la llave del cuarto de su papá, Vieja de mierda, seguía maldiciendo en el camino peor aún porque había tráfico. Sonó una alerta de Paula, Ya estoy llegando espérame en la U nomás, ¿Seguro, no?, ¡Si mi amor!, Muac. Un semáforo acababa de ponerse en rojo, Conchesumadre. Cuarenta segundos y salió hecho un transbordador espacial a tomar para tomar el circuito de playas, hay atrancamiento, una señorita de la radio con su voz estúpida alerta del tráfico por la avenida Javier prado, Caballero nomás, no se arrepiente de su decisión y decide ir efectivamente por la universitaria con rumbo a la costa verde. A lo lejos ve que faltan escasos ocho segundos para que el semáforo cambie a rojo. Pisa a fondo el acelerador, pero sorpresivamente encuentra un hombre que corría extrañamente, frena demasiado tarde, llega a impactar en el torso del hombre de la edad de Panchita y este sale despedido por los aires, la gente curiosa de mierda comienza a rodearlo, un hombre veinte centímetros más alto que él mentándole la madre lo obliga a bajarse de la camioneta, el no quiere, de pronto suena una alerta de Paula, quiere avanzar pero no lo dejan; alguien golpea con fuerza la luna que daba a su asiento; la policía llega por fin junto con la ambulancia y una motocicleta de una empresa de seguros. Ninguno de los dos se acercó al hombre en el piso; era Ernestino.

El golpe detuvo sus pensamientos sorpresivamente, no no podía soltar los billetes; esta bien él acepto la dirección aérea de su cuerpo con tal de llegar más rápido a la esquina que daba con la avenida la paz, que importa cayera, ya se había levantado una vez en Yungay con miras a olvidar; pero cayó de cabeza y sintió que no podía levantarse más. Su respiración estaba alterada, no podía mirar a otro lugar más que el suelo, quería hacerlo pero sólo su organismo le permite escuchar. Su cabeza está hirviendo, hay un dolor que se hace cada vez más intenso y que llega a su cuello; ya no consigue sentir sus manos, pero ve apenas que los billetes aún están en sus manos; con esa misma seguridad, se da cuenta de le llegada de la policía y una motocicleta, la gente comienza a acercarse a él; consigue divisar a un joven que acaba de caer al piso poniéndose a llorar, el quisiera darle diez soles porque le provocó que perdiera el tiempo o mejor dicho ( en términos del clan Centurión) un polvo con la chica más rica de la escuela de diseño. Pero sólo siente que la noche ha caído muy fría para él, quiere pedir ayuda , llamar a Domingo, que alguien avise a Camuchito que iba a tardar o que le den el billete de veinte soles y que vayan comiendo ellos, de pronto mueve una de sus manos, de pronto ve que de su boca expulsa una espesa sangre, de pronto ve que parte de su cuerpo se agita, no puede toser; y de pronto no logra ver más.


Santa Eulalia
22:00 p.m.
22/04/2011

VI – Meses Para la Sustentación




Al día siguiente, antes de tomar mi baño acostumbrado de las seis y media, una inquieta Antonella se acercó a mi cama para decirme a cien decibeles de su voz, de que su perrito acaba de cumplir seis meses.

- ¡Verdad! Me olvidaba-exclamé de la nada.
- Espérate mejor al año, a ver que nos obsequias – respondió mi hermana.

Pero yo me refería a la sustentación de mi Tesis. Claro que la sonrisa de Antonella, como la que sería de su cachorro en otros seis meses; me daban esperanzas aún. Entonces mis pensamientos en mi futuro gerente se esfumaron. Entonces comprendí que tenía que dejar atrás mi condición de bachiller mejor pagada en mi empresa y que debía dar paso a ingeniar otras cosas en mi cabeza.

- Antonella, hazme un favor- me dirigí a mi hermana
- Claro, en qué te puedo ayudar- se volvió a mí con las ganas de quien recibiría una compensación; aunque seria como para no arrepentirme.

Le conté entonces del plan que tenía y de la forma como ella me ayudaría proveyéndome libros de su universidad. Supuse que a un buen nivel de fuentes bibliográficas, ubicaría o me concentraría en un tema; en el que no deje de ser yo. Y decidí aventurarme a esa búsqueda.
El tiempo y sus rarezas llevaron a aquel joven al olvido. Había decidido alejarse de su hogar, olvidar la presencia de su familia y del mundo. Olvidarse prácticamente de el mismo y de lo que había vivido hasta ahora para mantenerse así; pero el no quería mantenerse más así. Mas no imaginaba que todo iba terminar de otra forma.

El era un ciudadano del mundo, decía el; así que sus viajes y sus tormentas no aplacarían su sed y sus ansias de encontrarse así mismo o bien a su musa inspiradora. Sabía del fracaso, pero no olvidaba del sueño de los demás; ni de los más débiles por el que siempre tuvo especial consideración. Pero él estaba solo esta vez.

Frente al cadáver de Philippe, pensaba que la suerte de muchos aventureros no siempre tiene un buen recaudo, que el tiempo no hace caso de los seres humanos muchas veces y transcurre y transcurre en episodios, casualidades y circunstancias. Como bien suponía la felicidad representa una ecuación en función de dos variables el tiempo y la actitud.

Por fin entendió que muy a pesar de sus esfuerzos, el mar y su inmensidad podrían más que sus sueños; porque estos eran humanos. Philippe sólo era un viejo fantasma que se había puesto en su camino para darle a entender que el mundo no podía con ciertas enfermedades o que bien llegar a tierra significaría otra cosa. Ahora nuestro navegante estaba infectado, ahora nuestro joven requería de los cuidados de los hombres y su ciencia; esta vez para vivir y trazarse nuevos rumbos. Por tratarse de ese placer de descubrir lo desconocido.

Declarativas del Sol


Conversábamos bajito. Era nuestra costumbre reunirnos cada viernes. El salía de su empresa a la 1:00 pm. En clases imaginaba sus palabras y sus gestos. Todo lo que me decía parecía sacada de una de las telenovelas de mi abuela. Pero aquella vez, algo cambió.

Acompáñame a mi hogar, fueron sus palabras luego del saludo. Al entrar ahí comenzamos a besarnos más; y comenzó a desnudarme. En mi locura he sabido conservar esos instantes por la vergüenza de mis amigos y la ignominia de mi hermano; cuya protección terminó con el episodio más interesante de la novela de mi vida.

V – Segundos con sus Manos




Estaba un poco confundida durante esos instantes. Traté de detenerlo pero sabía que era como detenerme a mí. Esperé un poco, respiré y le regale una sonrisa acompañado de un “Que tierno de tu parte”. Luego hice uno de los gestos habituales para pedir la cuenta, hasta que se acercó el dependiente.

La cuenta fue irrisoria, pero él y su sonrisa me indicaron que habría un acto de generosidad de su parte. Efectivamente, a los pocos segundos el desprendió de su billetera unos cuantos billetes; durante la operación distinguí la fotografía de una mujer e inmediatamente mis ojos me delataron.

-Es mi hermana- exclamó, con otra sonrisa.
-Muy linda, tiene tus ojos- respondí casi segura de que no mentía.

Salimos del local, él sonriente y yo pensando en sus manos. Sus manos que pagaban la cuenta, sus manos de futuro gerente “Creo que es momento de despedirnos, te debo una. ” “No te preocupes, tienes mi teléfono; pueda que coincidamos un fin de semana.”Lo sentí acercarse a mí y me dio un beso, para mi mala suerte en la mejilla.