lunes, 20 de junio de 2011


El fuego había arrasado una hectárea de cultivo. Milagrosamente no habían muerto sus dulces aves que criaba desde hacía meses. Fue una tarde como nunca, increíble y desastrosa. Ahora estaba solo y aterrado con la posibilidad de empezar desde cero, de jugar con la nada y morir de pronto de la angustia.

Mientras andaba entre los escombros, mientras juzgaba el ardor de la quemadura de su brazo izquierdo, sintió que algo se movía y venía hacia él. Era una pequeña ave que acababa de nacer. Él

no supo si aquello era una señal divina o uno de esos animalitos que al principio suelen piar y que mas tarde, cuando adultos; cantar. Su pensamiento esta vez condicionó una sonrisa.

Acababa de despertarse .Acababa de percatarse que una lámpara se había estrellado en el piso y que el fuego se había propagado con ayuda del viento y su contubernio con el tiempo. Su entorno no era más que llamas y una atmósfera mortífera.

El director cortó la escena. Tenía que atender una llamada urgente aunque también se quejó porque no debió aparecer el pollo en escena. El actor principal aprovechó para hacer una llamada a sus padres “Todo salió afortunadamente bien, la escena salió estupenda y no se emplearon dobles” “OK mi pequeño” colgaron. Entonces soltó al pequeño pollo; ya nada tenía sentido.

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