martes, 20 de febrero de 2007

Drama de Montilla


No hubo celebraciones para mis 30 años cumplidos. No llegó Elena con sus casi 6 pies de estatura, ni su dulce andar. Sólo el recibir de una carta “Sevilla 25 de agosto de 1569”; me exalté al ver luego del primer punto y como “Cordoba”.

-¿Alguna inquietud don Leoncio?
-Vuesa merced olvidó enviar el recibo a Don Alonso.
-Es cierto. ¿Algo más?
-Permítame felicitarle por su onomástico.
-Gracias. Estas cuestiones de la edad ¿Verdad?

Montilla a mi llegada, no presentaría las características con que ciertos bohemios me hablaron de ella. Para citar una de ellas, el embarcadero que ni estaba rodeado de hermosas doncellas ni de hospitalarios lleva-equipajes.

A puertas de septiembre, dediqué mi tiempo libre en revisar la correspondencia y firmar alguna que otra solicitud. Esperaba tener noticias del amigo Alonso, compañero de la facultad y colega Bachiller. Mi compañía hasta el momento era un gato, regalo de un tocayo.

Lo curioso de esta espera era que no trataría sobre temas tan acostumbrados en los hombres de leyes. Finalmente comprobaría esto.

-Adelante don Alonso figúrese la sorpresa que me da.
-Gracias. En verdad vengo por cumplir un favor a Gómez.
-Gómez, su sobrino, no sabía que andaba por aquí.
-El viene pasando por serias dificultades.
-Supongo entonces que el asunto es serio.
-Ya que no terminó como coplero, al menos derechos como hijo de militar.
-Amigo don Alonso de la Cruz, veré que puedo hacer.

En mi primera visita al sobrino de mi amigo, sentí mucha curiosidad por su apariencia. Frisaba los 30 años, enjuto, de frente pronunciada, patillas que luchaban por crecer. Cualquiera lo pudo haber confundido con un joven sacerdote.

-Me enteré de su caso a mi llegada; sí que genero expectativas en el consejo.
-Vuesa merced es digno de mi confianza.
-Obvie ese llamado por favor.
-Necesitaré de esa declaración de heredero, para vivir hasta un año más en España.

Su actitud me daba a entender que su destino era el Perú, y que España era un paso revitalizador para llegar a su destino. Empero el proceso ocultaría muchas trabas.

-Precisamente era eso lo que he venido a tratarte Garcilaso.
-Entiendo Leoncio.

La realidad estaba ajustada al apuro de Gracilazo (Convino en que le llamaran así los amigos).

-Me cuesta reconocer que no regresaré al Perú.
-Le aconsejo que concentre sus esfuerzos en las Letras.

Ya las cantinas se caracterizaban por la presencia de dos sujetos de extrema facundia. Poco a poco el asunto encargado por don Alonso pasó al desinterés de la Ley y a nuestro olvido, quizás esto último motivado por un compromiso que surgió en mi amigo Gracilazo. Distinguirse.



Santa Eulalia
Febrero 2006
para Caricias del Tiempo

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