jueves, 28 de junio de 2007

El Bagrecito


De pronto distinguí a mi abuelo rodeado de un sin número de pecesillos.Escuché su "Así es, yo conozco el mar" y la inquietud del más pequeño "Yo quiero llegar ahí". Mi abuelo contó que en el riito del próximo valle, estaba la ruta que siguío en aquel entonces.

Al día siguiente sin perder tiempo, me dirigí a dicho río, mi madre me preguntó adónde iba, le dije que al mar, por un momento su preocupación fue absorvida por cierta ignorancia que de seguro, se perdería en la fe puesta en el hecho de volverme a ver, quizás rendido por la aparente hazaña o por haberme referido a algún río mayor al que quería llegar.Partí con la firme convicción de regresar, tal como prometí al abuelo.

El tramo parecía fácil, no tarde mucho en cruzarme con mis amigos, todos ellos me preguntaban "¿Adónde vas Bagrecito?", "Voy hacia el mar". Algunos incrédulos, o quizás retadores, me dijeron que estaba muy lejos, a los demás sencillamente no los llegué a escuchar, es que mi afán era tanto. Cada cascada que descendía, cada curso embravecido del río en alguna nueva división eran las razones para continuar mi travesía y demostrarme a mi mismo lo hábil que era. Por un momento distinguí el peligro ya sea en los afluentes o en los pantanos que descubría.


Mis pasos por aquellas corrientes comprometieron mi vida de gran manera, sobretodo por la noches cuando era difícil distinguir a un pez grande. La primera vez, tuve mucha suerte, al librarme de una feroz persecución que sufría a causa de uno de ellos, dicha experiencia puso a prueba mis branquias y mi isión. Las mañanas en cambio implicaban otros obstáculos, las mujeres y hombres con sus cañas de pescar (logré reconocer a una lombriz muerta, finalmente). Restringí mi consumo de pequeños insectos con el fin de librarme , de enemigos aéreos. Algunas aves me ignoraban sencillamente por mi condición fisica, aunque sentía que cada vez mi travesía sería más peligrosa aún.

Mis barbas habían adquirido una nueva coloración y logitud, mis movimientos eran cada vez más ágiles, me sentía prolongado y ya había adquirido otro estilo en mi nada;surcando las aguas con mayor velocidad ensayaba algunos saltos.Pronto llegué a ríos con extrañas coloraciones , logré distinguir algunos peces muertos y otros débiles que me daban a entender el mal accionar de algunos hombres, "Señor,¿Falta mucho para llegar al mar?", pregunté a uno de ellos, me respondío que un gran río daba con él.

Aquel gran río tenía otra coloración, sus aguas no tenian poblaciones de peces, muchos batracios inquietos me saludaban con respeto. Luego pude distinguir una gran abertura , la temperatura del agua se había incrementado; un extraño impulso me llevó a un "río" gigantesco, sin fin. Mi peso dejó de ser un obstáculo, me sentí parte de aquella gran masa de agua en donde pude sistinguir nuevas especies de peces, ellos efectivamente, me decían que esstaba en el mar.Quedé muy admirado por sus paisajes ocultos, el alimento tan diminuto, sentía temor por los peces enormes, a los que de seguro uno de mis predadores, sería tan sólo un bocadillo.


Muy pronto quise retornar nuevamente al riito en el que me despedí de mi madre. Sabía que el trayecto ibas ser aún más duro. Fue así que luego de agradecer a mis lejanos amigos inicié mi recorrido, esta vez más próximo a las riberas donde no venía mucha corriente. Los días pasaron en un abrir y cerrar de ojos, hasta que encontré mi riito, mas no distinguí a ninguno de aquellos incrédulos que vi por ultima vez. Tampoco encontré a mi madre ni al abuelo. Note que mis barbas eran ahora blancas y que mi andar era más lento.


"Yo conozco el mar, pude llegar hasta él" , "Dime abuelito yo quiero llegar ahí" dijo un pecesito; "Pues bien, yo te diré que en aquel riito..."


(Nueva adaptación del cuento de Francisco Izquierdo Ríos,
del mismo nombre)

La Molina
23/06/07

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