No hace mucho que recibi una tarjeta de mi supuesta amiga secreta. La leí dos veces y no dejé de observar el arte inicial, un extraño Santa Claus que sonreía como ignorando la matanza indiscriminada de los renos y de algunos visones nórdicos.
Mi visión de la navidad, luego de mis lamentables años infantiles, cortesía los pésimos regalos de mi abuela, se ajustó finalmente a enviar saludos y parabienes a cuantos se me cruzaran al promediar las 12: 00 am. Hace poco mi esposa, me hizo una observación que nunca olvidaré "Esta bien que la navidad sea blanca, pero eso no quita de que debas estar tan frío". La frialdad es una vieja costumbre señorial.
Si bien mis hijos disfrutan con los detalles de mi supuesta amiga secreta, sus tarjetas, sus dulces, sus "santa claus" más gordos que un planeta marino; hay algo muy extraño. Me refiero a las personas quienes dicen vivir su Navidad.
Ayer por ejemplo contemplé un viejo papa noel en silla de ruedas vendiendo caramelos, los mendigos en cambio responden con un ya conocido "gracias", los vendedores en los micros por otro lado no dicen "Felices Fiestas". Mi esposa toma con frialdad todo cuanto frío me parece a mi el efecto de la navidad sobre los demás. Por momentos pienso que a esa actitud era la causa de su reciente frigidez, durante nuestras sesiones amatorias.
Aún asi continuaré con mi vida, con mis estudios de mercado, mis pasos por la Av. Javier Prado y con mi extraña y fría forma de tomar las cosas.
San Isidro
20/12/07
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