Aquella sería la última tarde de luces en Santiago.La carencia de la iluminación era señal de que los juegos continuarían en el cuarto, frente al televisor , sus viejos programas a dos colores y la supervisión de la abuela.
Aunque sus padres nunca entendieron aquello de ser partidarios de unos o de otros, Andrea termina de servir el lonche. Una dama en ciernes y otra en su pre inmortalidad sonrién tímidamente ante una vela que sólo sabe tazas, café y galletas. Más tardes las noticias hablarían de estudiantes, desaparecidos y arena. Más tarde Andrea prepararía su lonchera con las mismas frutas de siempre.
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