Llevados por el frío y el fin de las historias. De pueblo en pueblo con el ánimo de poder llenar sus bolsillos, sus estómagos y sus viejas ollas. El mayor de todos los actores ensayaba nuevos cantos, Felipe en cambio practicaba algunas escenas, porque comprendía que tarde o temprano aportaría un pan a la familia.
Por la noche Alejandra, Felipe y Mateo, motivados por el deseo de ser grandes como sus padres o tíos, salieron a la plaza. La niña y Felipe se animaron a ensayar sus escenas. Mateo en cambio se puso a jugar con el sombrero del papá que extrajo; cuando pasó la gente. Justo, el padre de Mateo, encontró a los niños tranquilos ensayando en la plaza. Al notar que el sombrero se llenaba de colaboraciones, comprendió que el pueblo prefería ver más realismo y naturaleza, que arte.
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