martes, 23 de agosto de 2011

El recorría sus pensamientos, cada uno de ellos los llevaba irremediablemente a ella. Otros instantes llegaban a él como recuerdos de lluvia; perdiéndose en la inmediatez de la lascivia. Pero ella ahora se enfrentaba a él, ella reclamando a su hijo y el un pobre un fracasado más.

Porque el cumplía con sus días de labores, con sus preocupaciones de empleado mal pagado. Muchas veces se privaría del sueño para ayudar a su hijo en las tareas; mientras sentía la daga del deber apoderarse una vez más de su tiempo y de sus fuerzas. Pero él se mantenía en pie muy a pesar de todo.

A él no le importaba con quien se enfrentaría. Para él, el mundo es un puño cerrado que con ayuda de una pata de cabra podría abrirse. Tratándose de sus hijo el haría frente a la chica de las grandes orejas, que viene reclamando cigarrillos y la tenencia del menor.

Algo transcurre entretanto, alguien llega a él con noticias. La madre, sí aquella provista de traje de overall y también de cigarrillos; acaba de internarse. Los cambios siempre llaman la atención; pero él no era tan inocente. “Hijo, ¿ qué te parece si nos vamos de paseo?”.

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