lunes, 26 de septiembre de 2011

Eva Gritz


Eva se muestra perpleja luego de la pregunta de sus padres. Las lecciones van bien, definitivamente. Cosas como estas son las que logra recordar casi entre risas, mientras se movía excitada sobre su primo de veintitantos años, en el cuarto de sus padres. Su primo que era el encargado de repasarle matemática, incluso hasta altas horas de la noche. Eva Gritz termina con el vientre empapado por enésima vez. Ella se muestra feliz, por la obra de bien que acaba de hacer con su primo y también por las lecciones aprendidas.

Eva deseaba ser una hermana enfermera, le gustaba ayudar a los demás. Precisamente, para evitar que su primo vaya a donde las prostitutas; era que se entregaba a él a fin de evitar que cometiera ese pecado mortal. Y ese era el modo que empleaba este miserable para convencerla, desde que ella entró a tercero de secundaria.

- ¿Te gusta Eva, te gusta esto?- exclamaba con sadismo en uno de sus tantos encuentros.
- No te lo voy a negar, pero sí; está bueno.- respondía Eva Gritz.

La mujer de blanco fue severísima con Eva, quien vino al consultorio luego de sus quejas de náuseas y mareos. La línea de orina que vertió sobre ese aparatito blanco, a pedido a gritos de sus padres, dio como resultado de análisis que la jovencita estaría esperando un bebé.

A la mañana siguiente, mientras su primo era auxiliado por la empleada luego de los salvajes golpes propinados por los cuatro hombres de la casa (entre ellos, el de un angustiado primo que soñaba con Eva), la jovencita vislumbró una luz en su camino; porque todo se trataba de una señal divina. Estaba convencida de que en su vientre llevaba, nada menos que a su Salvador.

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