martes, 22 de noviembre de 2011

Aroma

Ernesto acaricia mis tibios pechos, mientras se alista a penetrar en la vorágine de nuestra pasión. Su sexo ardiente se reviste de mi aroma natural; sus labios por fin se confunden con los míos. Infinitamente. Porque la noche era nuestra, porque nuestros deseos eran únicos; como lo habíamos establecido.

Enhiesto el sexo, lentamente se iba apoderando de la cavidad de mi cuerpo experimentado y a la vez debutante; aunque deteniéndose por instantes en mis cabellos. En su aroma inexplicable a vida.”Qué hermoso olor” me decía sonriente y excitado. Yo reía y el también; como un niño enamorado de la vida.

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