lunes, 26 de noviembre de 2012

Atrapada



Nunca confié en los tipos con chalina. O eran demasiado creídos o bien vanidosos. Pero aun así salía con Alfredo. Me encantaba su atención puesta en mí, cuando me llamaba, cuando me enviaba mensajes, cuando venía a mi oficina a conversar religiosamente media hora para hablar de chamba y de nosotros. Aunque sin ninguna esperanza puesta en él, porque aparte de ser mi menor, era subordinado de mi par el gerente de marca.

- No me agrada que me critiques – y se detenía con la mirada – necesito que seamos más sutiles – agregaba él y yo me asustaba de pronto.

- Alfredo, he tenido un día cargado, ya lo conversamos. ¿Ok?


Alfredo era una especie de contingencia varonil, ante mi lamentable estilo de afecto que había desarrollado a lo largo de mi vida como egresada de colegio de monjas y licenciada en comunicaciones con maestría en marketing estratégico de una firma multinacional. Estaba sumida a mi trabajo. Mi única aventura, era un minúsculo beso con mi ex jefe quien estaba casado encima.


Pero necesitaba dejarme de huevadas y eso incluía devolverle la dignidad a Alfredo. Era preciso tener una relación, pero con otro. Me habían hablado muy bien del buen parecido del conserje del piso nueve. “Juan, ¿cuándo te mudas a mi piso?, Señorita que más quisiera yo, para alegrarle todos los días” El tarado de Alfredo, lo escuchó en una ocasión. Pero su caballerosidad y sutileza, me estorbaba en muchas ocasiones.



Christian el conserje del piso nueve, llegó a reubicarse a mi piso, por influencia mía por supuesto. Mi asistente, ya no comentaba esta vez de él. Ahora tenía el camino libre para determinar si podría interesarle como mujer. Lo hicimos hasta cuatro veces durante una semana. Era una máquina el tipo. Un profesional. Aunque claro, también tenía a Alfredo quien me escuchaba y hablaba de sus planes.


Mi hombre había cambiado de empleo, por influencia mía. Nos veíamos todos los fines de semana, no siempre me llevaba a la cama. Se conformaba con mi sola presencia y eso era lindo. Pero nunca me interesó y se lo puse muy en claro desde el principio. Alfredo se me declaró una vez, yo le dije que lo quería demasiado como un hermano. Me mandó a la mierda.


A mi querido conserje le conté sobre este episodio de mi vida. “Entiendo de esas cosas. No lo ilusiones. Deja pasar el tiempo.” El tiempo efectivamente pasó. Mi empresa fue absorbida, perdí el empleo, y la estúpida de mi asistente ocupó mi lugar y encima se casó con Alfredo. Sólo precisaré una sola cosa con respecto a la soledad; que me siento realmente atrapada por ella.

La Molina
26/11/12

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