jueves, 16 de agosto de 2007

La muerte no es la separación del alma con el cuerpo, la caída del corazón, la interrupcción de la circulación, la parálisis del cerebro; ni siquiera el dejar de existir. La muerte es simplemente una lógica en el pensar de cuánto nos queda por vivir. Es dar ventaja al pensamiento sobre el sentir. Como si la tortuga hubiese desistido de atarse los pasadores de sus calzados delanteros, para estar segura de ganar a la liebre en una competencia que simula la vida.

La muerte es una consecuencia de vida que escapa de la razón, es atribuir a la cebolla el que nos haga llorar, como enterrar las monedas bajo un árbol. La muerte es un dejar de sentir una aproximación a la nada, un vacío autosugerido, una irrealidad que se aferra en un instante donde la vida escapa de la vida; como cuando vibra el celular para luego timbrar, o como un ciego tuerto que guiña el ojo intacto, al niño que le pregunta si es que desea recibir una fruta.

Santa Eulalia
30/07/07

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