martes, 21 de diciembre de 2010

Mickey en Acción


Ya no era el cachorro de tiempo atrás, ahora tenía la personalidad de un hombre. Mickey andaba más activo que nunca. Si notaba un perro alicaído, iba a acompañarlo asegurándose de que este descansara o para que se alimente. Este era sin duda un pequeño sacrificio; aún contra las indicaciones de un experto veterinario.

“No entiendo cómo puede el estar tan fuerte, ante el resto”, me decía Meche algo preocupada. Yo tampoco me lo explicaba. Sólo atiné a presenciar los actos humanitarios de nuestra mascota para con los perritos enfermos del albergue. Nosotros no estábamos tranquilos de pensar en la suerte de Mickey, pero a él no parecía importarle mucho.

En la noche también ocurría lo mismo. Afortunadamente siempre había provisiones aún para los horarios más difíciles de nuestro proyecto de albergue; así que cierta vez presenciamos como nuestro héroe servía alimento de la bolsa, a uno de los desafortunados cachorros. Era la primera vez que veíamos algo como eso, no se trataba de un perro ordinario. Mickey había llegado a niveles de ángel.

Yo ya había perdido la cuenta de los días, mis vacaciones ya se habían tornado arduas sesiones de trabajo ayudando a Meche o sacrificándome el corazón con tanto desapego de parte de un ser que apenas entendía la finalidad del proyecto de albergue. Para el último fin de semana del mes de febrero, el que siempre recordaré, Mickey ya bien pudo canonizarse.

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