martes, 21 de diciembre de 2010

Tu Vida por la Mía


-Mauricio, te puedes ir tranquilamente a la mierda-. Sentenció la jovencita más atractiva de la U de Lima, la cachimba más dulce y más señorita de Estudios Generales.-Déjame en paz y trata de ser jodidamente feliz.

-Mi amor, espera…

Esta jovencita se llamaba Pierina. Tenía lindas piernas. De pequeña, luego de sus clases de francés solía preguntarle a su abuelito, un italiano que había servido al fascismo; si su nombre tenía el mismo origen que él o si en todo caso era francés (porque Piere es un nombre francés); pero como siempre el venerable don Francesco le hablaba del insigne Duce Benito.

Pierina tenía dieciocho años. Mauricio, quien era su primer enamorado, tenía veinticinco. Pierina ya no quería saber nada más de Mauricio, y para complacerla (por ser tan dulce) le daremos el gusto de no contar nada sobre él ni de las poquísimas intimidades que pudieron haber tenido. Ahora volviendo a la última llamada telefónica de ambos:

-Mirella, dónde estás. Mirella escúchame. Sí ese imbécil me agarró de cojuda y no sólo eso,se la paraba tirando a su ex.No me quiso esperar. No me importa, ya fue. Te quiero ver. Ok sale.-Había conversado con su mejor amiga.
De pronto se encontró con que tenía que ir a casa. De pronto se percató, que esa persona a quien tanto había querido (del que obviaremos a partir de ahora su nombre) sería el encargado de llevarla a su casa. No tenía crédito en su celular tercamente en prepago. Hacia un “Calor de mierda” y ni siquiera había para un helado de cincuenta. Ni siquiera había “Un puto heladero” que vendiera por ahí, helados a cincuenta .Así que a caminar de Surco a San Isidro.

Pierina vivía en Dasso.Pierina tenía lindas piernas pero no por caminar mucho. Su tía le había metido al gimnasio desde los catorce años. Dos instructores se le habían declarado, pero ella tenía miedo de esos tipos porque tenían cosas enormes por todo el cuerpo y porque ya otras chicas también eran inquietadas por ellos. Por aquella fecha Pierina estaba llevando ética en la clase de religión de su colegio.

Pierina lloraba, lloraba desde que un niño andrajoso le pidió una propina hasta que su mamá, otra andrajosa, lo llamó exclamando “Mauricio ven”. Lloraba porque no se lo podía sacar de la cabeza, lloraba porque casi se sacó la mierda luego de pisar unas joyitas en la escalera que daba a la Javier Prado. Lloraba porque un choro le había quitado sus lentes negros, lloraba porque un cobrador de combi le dijo Mamacita yo te curo, lloraba porque tenía lindos ojos y estaba llorando, lloraba porque tenía hambre, porque le faltaba un pincho para llegar, porque estaba cansada y no había cruzado aún el trébol. Lloraba porque no tuvo el coraje de decirle a uno de los patas de su carrera que la jalara hasta Camino Real. Pierina lloraba porque se había dado cuenta de que era una llorona.

Pierina no aguantó más y se metió al primer banco que encontró en su camino. Sacó un ticket , sacó un kleenex para que sus lágrimas no sean tan evidentes. Por los bloopers pasaron una broma que le hicieron a un pizzero. Nuevamente comienza a llorar. Una niña que estaba llorando de pronto se calla al ver que una más grandaza se había puesto a llorar. Uno de los policías distraído por el lunar que bordeaba la rodilla izquierda de Pierina, se anima a preguntarle qué le había pasado. Alguien por atrás acaba de dar un certero golpe a uno de los policías; demasiado tarde, el distraído ya estaba siendo apuntado por un encapuchado.

-Nadie se mueva por la conchesumadre.-Dijo el primero de estos, el de certeros golpes. Más allá el segundo, como si se tratara de una escena teatral, abría una bolsa y espero la siguiente frase de su evidente jefe grosero. –Acá me van poniendo sus celulares y relojes, carajo. -La experiencia ya le había dicho que nadie compraba collares de segunda.

Pierina esta vez no lloró, estaba pasmada como si un rayo le hubiera atravesado. Cuando el encapuchado pasó por ella, no hizo más que colocar su celular en esa bolsa negra y de paso el reloj que le había regalado su abuelita, más peruana que Pachacutiq. Los ojos del renegado pudieron notar los estragos de las lágrimas sobre sus ojos. Pero Pierina volteó rápidamente el rostro, justo cuando el delincuente pensaba ofrecerle un pañuelo.
Las fuerzas policiales tardaron diez minutos en llegar a la zona. Se enteraron gracias a que una vendedora de golosinas, advirtió que un hombre portaba un arma en su bolsillo trasero.”Se estaba yendo al banco”, dijo a un alférez que rápidamente reportó el hecho. Pero en esos 10 minutos los malhechores ya habían llenado dos bolsas de dinero, estaban por irse cuando de afuera un capitán advirtió que la zona estaba rodeada. “Esto no es Gamarra”, dijo el delincuente más avezado.- Hey, despeja la salida. Nos vamos por atrás rumbo a La Victoria.- Mientras ordenaba esto, y reconociendo una leve distracción a causa de las piernas de Pierina, fue donde ella y tomándola bruscamente le dijo: “Tu vida por la mía” y la llevó consigo un poco más arrastrándola.

Pero Pierina ya no lloraba, sólo se dedicó a gritar, insultar, patalear. “Socio, dale una de esas buenas que sabes hacer” Pierina recibió una patada en menos de dos segundos que le dejó inconsciente.

Ya como rehén, respirando apaciblemente Pierina era conducida a una vieja camioneta por los caminos sinuosos que de San Luis llegaban a la Victoria. Los policías sabían que no tendrían que disparar, imaginaron que lo más lógico es que suelten a la chica por ahí y que en las bolsas bien pueden estar el dinero y los celulares. Dinero que el estado de mierda acumula como mierda, pero que les paga tan poco y celulares que paraban comprando para sus queridas.

Pierina representaba ahora al Perú, un país lindo pero olvidado.

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