martes, 24 de mayo de 2011

VIII - Una Buena Hora


Detesto cuando no encuentro las tarjetas personales. Peor aun tratándose de un desempleado tan guapo como él. No dejaba de incomodar el no poder encontrarle en una cartera o en la otra, y maldición estaba en mi puta agenda del celular.

-Hola, ¿estás libre este sábado a partir de las ocho?

-Hola, sí… ¿pero qué pasó? -Renuncié a mi trabajo, ahí te cuento todo.

Alguien envió un correo en el trabajo. Ese alguien quería que volviera por el hecho de ofrecerme un nuevo puesto. Ese alguien no entendía que necesitaba hacer mi tesis, que necesitaba tirarme a ese príncipe desempleado y feliz con un gran futuro.

El me llama el viernes por la noche, me pide que le de el encuentro a su salida del juego de futbol 7. Lo esperaré encantada y feliz de la vida aunque huela a mil demonios. Porque sabía que esos mil demonios me harían feliz. Porque su ser estaba ansioso de mí y el mío de él, y no era justo que el tiempo nos venga castigando de esa forma; y no me refiero al desempleo. Estaba libre para él.

No hay comentarios: