martes, 29 de julio de 2008

Historia de una Herida



Pisqoray decide andar , decide extraer un puñado agreste de coca y llevarselo a la boca como predestinando una expropiación de su hambre. Su muslo sangra y no en vano, pues acababa de enfrentarse con los Wirayruna, a expensas de la habilidad de estos con las flechas.

Su padre lo miraba atentamente allende los Apus, allende los valles consagrados al misterio. Esta vez se detiene ante un mausoleo saqueado. Sentado sobre una roca, contempla incrédulo el destino de una calavera que tiempo atrás, junto a un troco y extremidades, conformaba la existencia de una ñusta. Lo sabía su padre.

La marca de la flecha sobre el muslo, reflejaban los diez kilómetros ya recorridos. El semblante del hombre, los veinte que quedaban por camino. Quillasuy lo esperaría con sus cuidados y sus hierbas. De pronto siente la ausencia de su fémur. El polvo se impreganaba en su sangre coagulada. Se queja, aulla, frustrándose por el paso de un día. Pero no estaba solo, su padre lo observaba, en forma de nube, en forma de águila sobre los aires. Puesta la mirada al cielo oscurecido , siente la voz de Quillasuy despertándole el alma.

Lima
11/07/08

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