jueves, 19 de marzo de 2009

Caída del Puente


Pascual Hernández acababa de fallecer, su anciana viuda no lo podía creer aún. A don Augusto y a mí nos sorprendía el hecho de que la mamita no soltaba de su mano un cofrecito, en ese tiempo no era común pensar en las cremaciones y por ende en los cofrecitos, así que sólo había un motivo para quedar pensativo. El puente que comunicaba la Carretera Central con desvío a Carhuamayo, había colapsado. Tres camiones (Un tráiler entre ellos) había sucumbido a las aguas del río Carhuamayo, el impacto apagó la vida de dos choferes y un ayudante y dejado grave a otras cinco personas entre ellas nuestro (Ya lo era para mi primera experiencia de trabajo) viejo cliente.

A los llantos de la viuda, se unía su hija. La mirada de don Augusto me ordenó que las consolara. En nombre de mi jefe les di el pésame. Pasados cuarenta minutos la anciana nos pidió que la acompañara. No soltaba el pequeño cofrecito. En un recinto contiguo al de unos pequeños cuyes (Tenía otro corral donde habitaban una especie gigante), nos entregó el cofre. “Aquí es donde mi difunto esposo colocaba los pagos. Es para ustedes” No lo abrimos por decoro, nos limitamos a agradecerle y venir a la primera misa del finado. “Por el trabajo comprenderá que no la podremos acompañar”. Para sorpresa nuestra, en el interior había quinientos soles de más y una notita que decía “Pago a Aurelio y Hnos. por carga de caoba”. Un competidor que por casualidades de la vida había sido víctima también del accidente.

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