jueves, 19 de marzo de 2009

Pasión Marina


Me cuesta creer que al dormir, dejo de pensar en Marina. Es el único instante en que ella no existe para mí y por ende no la abrazo, no la beso, ni toco y ni penetro. Marina es única y morena es mía y chalaca y tiene unos ojos infinitos de quince años. Cuando la conocí claro, era una mocosa, muy chinche como diría mi prima Sandra. Más adelante Sandra la odiaría a morir primero porque le robó su pareja de promoción y segundo porque le descubrió a ella haciendo el amor con su primo en su cama (Sandra me debía muchos favores, así que entendí que por eso se molestó con ella).

En el aeropuerto todo el mundo espera despedirse de Marina. El security, no obstante comprobar que no había pariente masculino alrededor, terminaría observando las caderas de mi enamorada. Eso fue la última vez que supimos de ella, entendimos que se afiliaría a la armada americana, entenderíamos que aún no hay noticias de ella, de que ha desaparecido, de que se ha enamorado de un jaque o que se ha cambiado de sexo. Porque siempre terminaba saliéndose con la suya.

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