viernes, 21 de octubre de 2011

Su trabajo, o mejor dicho su pasatiempo pagado, era proyectar películas desde cintas de X milímetros o unidades digitales. Un proceso elemental que demandaba su atención, su predisposición y su concentración; para cuando ya el material se proyectaba. Pero algo aconteció cierta vez en su día de labores.

La cinta era para el desconocimiento general. Estaba sólo y la película estaba buena. Tomó la decisión de bajar a las butacas, sentarse en una de ellas, apoyar sus piernas en otra y encender un cigarrillo. Más tarde una escena, se prestaría para que pensara en el contenido de su entrepierna.

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