viernes, 21 de octubre de 2011

XV – Minutos, el sosiego


Mi rostro ya lo había perdonado. Mi risa era agónica, mi piel; una mar en busca de embarcaciones. Él ya estaba rendido, el ya había dado todo de sí, sus pases de cabeza, sus despejes desde el área sus contragolpes, sus interceptaciones, sus pases en profundidad. El futbol se traducía en su sonrisa de victoria.

Encendió un cigarrillo, se torno hacia mí y me miró con una sonrisa directamente a mis ojos. Me sentía como una niña ante sus primeras lecciones de oración. Pero yo prefería acariciarlo, sentir su desnudez como un paisaje único y sensual para mí. Porque él era distinto.

-Me encantas, no sabes cómo me gusta estar así contigo.
- Ya estuvo bueno, así que ahora no te apartes de mí.- exclamó para cuando mis manos pasaban sobre sus caderas.

Su cuerpo dibujaba una sonrisa, yo acariciaba su abdomen endurecido. Yo era la niña que acababa de aprender a orar durante esos quince minutos de sosiego; en esas miles de lecciones de cuerpos. Él era mi hombre, mi profesional, mi cliente; en una palabra él me pertenecía. Y ya era tiempo de decretarlo así.

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