martes, 30 de septiembre de 2025

Paso por la avenida principal, hacia Leith. Sin saber que llegaríamos al mar. Pero juntos y sólo eso importaba. Ya habíamos sorteado el fuerte viento, ya habíamos saboreado esas inolvidables alitas con el sabor de una historia que no dejábamos de mirar, aun cuando subir al Castillo; nos podía dejar extenuados o aburridos. Pero estábamos esta vez de noche y por la avenida principal.

Seguíamos, andábamos y transitábamos en medio de una libertad que se nos confirió por obra de Dios y el destino. Sentimos el hambre y pasamos por un market en la calle Duke. Sólo seguíamos, y pero teníamos que regresar. Así que volvimos, reconociendo los giros, las avenidas y las luces que de a pocos se rendían a nuestra fugacidad. 

En ese transitar añorábamos las casas, las valorizaciones que si nuevamente, no fueran por los vientos, lo pensaríamos dos veces. Ese pequeño destello de futuro, no se veía tan malo después de todo. Porque seguíamos juntos y recobrando la luz de Edimburgo. Mientras lo volátil transcurría como un aviso de que para la próxima vez, sería conveniente seguir caminando hasta llegar al malecón del Mar del Norte.

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